¡Más aventuras por el desierto de mi novela! En el episodio anterior era de noche, Donald y yo estábamos cenando, ¡y de repente apareció un...

MIS HISTORIAS DEL DESIERTO (3)

¡Más aventuras por el desierto de mi novela! En el episodio anterior era de noche, Donald y yo estábamos cenando, ¡y de repente apareció un jinete cabalgando hacia nosotros con una espada en alto! ¡Y encima iba gritando terribles amenazas!

No me molesté en desenvainar mi cimitarra. Le hice un gesto a Donald y él se plantó frente al jinete, lo derribó y lo sujetó cabeza abajo por una pierna. (El caballo escapó corriendo, muerto de miedo. Pobrecito.)


Aquí el jinete quedó totalmente desconcertado. Quizás no esperaba que mi dragón fuera tan hábil en el combate cuerpo a cuerpo. Como sea, le hice señas de que se calmara y le pregunté:

—Eh... disculpe, pero ¿cuál es su problema, señor?

El jinete se tranquilizó un poco. Luego respondió con una voz poco firme:

—Yo... vi una frágil doncella en peligro y vine a rescatarla.

Miré hacia todas partes buscando a la frágil doncella, pero no la vi por ninguna parte. Luego me di cuenta de que se refería A MÍ. Bue. Tal vez la confusión se debió a que el despistado jinete nunca me ha visto serruchando ramas en mi jardín o martillando clavos.

—Muchas gracias —respondí—, pero la verdad es que no estaba en peligro.

—¿No? ¿Y qué hay de esa bestia espantosa y temible?

Esta vez mi dragón se dio vuelta buscando a la bestia espantosa y temible. Cuando se dio cuenta de que el jinete se refería A ÉL, frunció el ceño y gruñó por lo bajo. No sé si estaba ofendido o pretendía ajustarse al estereotipo.

—Esa "bestia espantosa y temible" es mi dragón —aclaré—. Mi hijo adoptivo. Se llama Donald, y es totalmente inofensivo a menos que alguien lo ataque o tire basura al piso.

—Ah. Oh. Pues... perdonadme entonces, diminuta y pálida doncella. —Lo de "diminuta y pálida" no se lo discutí. Es verdad—. Eh... ¿podríais decirle a vuestro dragón, entonces, que me baje al suelo? Se me está acumulando la sangre en la cabeza...

—Claro. No hay problema. Donaldito, baja al señor. Y ve a buscar a su caballo antes de que se pierda por ahí.

Donald hizo lo que yo le pedí. El jinete se sacudió la arena, hizo una cortés reverencia y dijo:

—Aclarado el malentendido, debo presentarme: me llamo Senti y soy un guerrero de Huru en busca de aventuras.

—Encantada. Mi nombre es Gissel y vengo en plan de turista extranjera. Podemos tutearnos, ¿eh?

—Excelente. ¿Una visitante extranjera? Con gusto te enseñaré todo acerca de las luces guía, los genios de agua y los sitios más interesantes de Huru.

—Oh, lo de las luces y los genios ya lo sé, gracias. —No tuve corazón para decirle al confundido guerrero que yo inventé todas esas cosas—. Pero sí planeaba visitar Immadil —el reino más importante de Huru, donde vive el rey Agalur— y quizás el reino de Mazina, si consigo encontrarlo. Incluso yo sé que la reina lo ha ocultado por medio de la magia para que nadie lo encuentre.

Mientras tanto, Donald regresó con el caballo, sosteniéndolo como a un gato asustado. El pobre seguía relinchando de vez en cuando, pero poco a poco se tranquilizó.

—Pues veo que estás bien informada, joven extranjera. Puedo acompañarte a donde quieras y protegerte de... —Senti miró de nuevo a Donald— no sé, ¿otros peligros que tu extraño hijo adoptivo no sepa cómo enfrentar? ¿Hechiceros malvados, por ejemplo?

Bueno. La verdad es que este guerrero, despistado o no, empezaba a caerme bien, y además parecía muy servicial. Y una vez que su rostro recuperó el color normal, hasta lo encontré bastante guapo. Por si fuera poco, tenía razón: no sólo hay monstruos con dientes en el desierto, sino magia peligrosa y hechiceros locos que convierten a las personas en dromedarios (hay bastante de eso en mi novela).

—Me parece bien, noble aventurero —respondí—. Podríamos hacer juntos el recorrido por Huru; si nos ataca un mago chiflado, tú nos defenderás, y si nos ataca algo enorme y con dientes y garras, le dejaremos la pelea a mi dragón.

—De acuerdo. Buen plan.

Nos estrechamos las manos, entonces, y descansamos el resto de la noche junto a la fogata para recuperar fuerzas. Al llegar la mañana... ¡nos preparamos para la aventura!

Estén pendientes de la continuación :-)

G. E.

PD: ¿Qué dicen, lectoras? ¿Creen que sea hora de empezar a ponerle algo de romance a esta aventura? :-D

Artículo relacionado: MIS HISTORIAS DEL DESIERTO (4).

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2 comentarios:

  1. Jajaja tengo que leer estas historias tan calurosas desde el principio!

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    1. Adelante, pues, así te pones al día para la próxima entrega. Un abrazo :-)

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