A veces es complicado hallar el regalo ideal para un ser querido, ya sea porque no sabemos qué regalarle o porque sí sabemos qué regalarle p...

EL QUINTO CUMPLEAÑOS DE MI DRAGÓN

A veces es complicado hallar el regalo ideal para un ser querido, ya sea porque no sabemos qué regalarle o porque sí sabemos qué regalarle pero el objeto en cuestión no abunda.

En esta ocasión me pasó lo segundo. Hacía mucho que deseaba regalarle a mi dragón una cueva con tesoro (vamos, es que es un clásico), pero la verdad es que ¡está muy difícil encontrar una que no pertenezca ya a alguna corporación minera!

Tras mucho buscar, creí haber hallado la cueva perfecta. Estaba en un sitio remoto, no tenía ninguna valla alrededor, y en sus rincones se veían destellos de piedras preciosas. ¡No podía pedir más que eso! Por lo tanto, una vez que llegó el cumpleaños de mi dragón, llamé a Donaldito y los dos volamos hacia la cueva.

Estaba a punto de desearle a mi dragón un feliz cumpleaños, y de presentarle su regalo, cuando de pronto se nos aproximaron varias figuras pequeñas y furibundas armadas con herramientas de minería.

—¿Quién eres tú y quién fue el soplón que te pasó las coordenadas de nuestra cueva mágica? —me espetó una de esas figuras.

—¿Cueva mágica? —respondí, algo confundida. Mientras tanto, me puse a contar a los enanos: eran siete.

—Sí, cueva mágica. Una cueva protegida mediante un hechizo mágico para evitar que la encuentren los ladrones.

—Ah, interesante. No sé, yo sólo llegué aquí buscando una cueva en un terreno público y deshabitado para mi dragón. —Aquí señalé a mi dragón, quien dio un paso adelante, saliendo de las sombras.

Uno de los enanos pegó un chillido y salió corriendo.

—¡¡¡Aaaaaah!!! ¡¡Un dragón!! ¡¡¡Fuego, muerte, desolación y ruinaaa!!!


—Qué exagerado —dije yo. El enano se perdió de vista, otro de ellos fue a amenazar a Donald con su cuchillo—. Oigan, lamento el malentendido —continué—. Simplemente buscaba un regalo para mi Donaldito, dado que hoy es su cumpleaños. Si esta cueva no está disponible, nos iremos a otra parte. Por cierto, qué barbas tan bonitas. Deberían hacerse trencitas, como los vikingos. —Uno de los enanos acarició su barba, muy orgulloso.

—¿Eres pariente de Blancanieves? —me preguntó el enano más viejo.

—¿Qué, por la piel blanca? No, simplemente evito el sol porque me quemo en lugar de broncearme. Pero sí les juro que mi dragón y yo somos inofensivos.

Esto pareció tranquilizar a los enanos, quienes bajaron sus herramientas. El enano asustado asomó la cabeza por encima de una estalagmita.

—Obviamente el hechizo protector que nos vendieron no era tan efectivo como afirmaba en el anuncio —le dijo un enano a otro.

—Pffff. Hoy en día los magos ya no son de fiar. ¿Qué hacemos ahora? Ya bastante tenemos con los impuestazos que nos cobra el gobierno como para encima instalar un sistema moderno de seguridad. Y la verdad es que tampoco me fío de ésos.

Mi Donaldito y yo nos miramos.

—Eh, chicos, tengo una idea —dije—. Miren, a mi dragón no le interesa la explotación minera. Quería regalarle una cueva por una cuestión de prestigio. Es que ya no cabe en mi casa, y un dragón sin cueva ni tesoro es como un vampiro sin castillo tenebroso. No tiene gracia. ¿Qué tal si mi Donaldito se viniera a dormir aquí por las noches? Él tendría su cueva y ustedes contarían con un estupendo guardia de seguridad gratuito.

Detrás de mí, Donald puso cara de "¡es una oferta imperdible!", extendiendo los brazos y mostrando todos sus afilados dientes en una sonrisa. El enano asustadizo volvió a desaparecer detrás de la estalagmita.

—¿Y cómo podemos estar seguros de que ese dragón y tú no nos robarán nuestras piedras preciosas? —me preguntó un enano.

—Porque en mi familia no robamos, aunque quedemos como estúpidos por ello —respondí, y les hice leer mi artículo sobre la honradez. Esto pareció tranquilizarlos aún más, y finalmente extendieron sus manos para cerrar el trato—. ¡Excelente! ¿Qué les parece si ahora celebramos de alguna manera? No hago pasteles de piña como Blancanieves, pero podría hornear unos panecillos de queso, o una torta de vainilla y chocolate. Ah, ¡y tengo limoncello en mi refrigerador! ¿Qué les parece si traigo un poco?

La celebración se convirtió en una fiesta bastante alocada. El enano asustadizo salió de su escondite después de la tercera copa, y terminó bailando una danza tirolesa junto a mi Donaldito. Sin duda se convertirán en buenos amigos :-) Y como los enanos no eran taaaan tacaños después de todo, a mí me regalaron unos pendientes de rubíes (que no podré usar en mi ciudad por culpa de la delincuencia, pero bueno, siguen siendo un regalo estupendo) y a mi dragón le permitieron pegarse al pecho piedras preciosas de todo tipo, al estilo Smaug.

Resumiendo: a mi dragón le gustó su regalo de cumpleaños, los enanos ya no tendrán que preocuparse por los ladrones, y yo tengo siete amigos nuevos que me han puesto el apodo de "Blancaleche" :-D

Ahora iré a sacarme una selfie con mis hermosos pendientes de rubíes :-P

G. E.

PD: Si buscan piedras preciosas a precios razonables, sólo pídanlo y les pasaré una tarjeta de la Compañía Minera Siete Enanos. Envíos garantizados y rápidos a cualquier parte del mundo, cortesía de mi dragón (sugerencias de propinas: patas de pollo asado, trozos de jamón serrano o sandías y melones).

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