Ya lo he dicho más de una vez: odio el Día de los Enamorados. Y odio también a Cupido en su representación de niño cursi con flechitas y pañ...

SOBRE DIOSES GRIEGOS Y ROTTWEILERS

Ya lo he dicho más de una vez: odio el Día de los Enamorados. Y odio también a Cupido en su representación de niño cursi con flechitas y pañales. ¡Es absolutamente detestable para quienes preferimos el Halloween!

Por todo lo anterior es que me impuse de nuevo esta misión: liquidar al ñoño de Cupido (cosa difícil, puesto que es un dios griego inmortal), o como mínimo hacerle la vida de cuadritos.

Decidí intentar un enfoque más sutil: en lugar de armas pesadas, y como últimamente está de moda el tiro con arco (gracias a Mérida, Katniss y Hawkeye), me conseguí un bonito arco y un montón de flechas, estas últimas envenenadas con la toxina cutánea de las ranas amazónicas (me pareció un bonito toque folclórico).

No me molesté en tomar clases de tiro con arco porque he estado practicando mucho en sueños (una vez con Oliver Queen, puestos en ello), y el entrenamiento onírico ya me pareció perfectamente válido para este blog :-D

Me fui entonces a cazar a Cupido, y por allí andaba él, flechando a la gente al tuntún y generando un montón de besuqueo en público (y no es que yo esté específicamente en contra de los besuqueos, pero llega un punto en que ya te dan ganas de decir a los involucrados que se busquen un hotel, por el amor del cielo). Saqué una flecha de mi aljaba, tensé el arco, solté y...

... Cupido se movió a la izquierda y mi flecha le dio a un delincuente, que cayó muerto en pocos segundos debido a la parálisis respiratoria.

¡Maldición! (Bueno, maldición a medias porque al menos cayó el delincuente, adiós, adiós, nadie te va a echar de menos.) Había perdido todo el factor sorpresa. Cupido huyó de mí agitando sus suaves pero ridículas alas de paloma, y yo lo seguí corriendo a la mayor velocidad posible para mi corta estatura. Qué no habría dado en ese momento por tener piernas largas y poderosas como las de Usain Bolt, al menos por cinco minutos...

Mientras tanto, seguí disparando flechas pero ninguna dio en el blanco. Sí le acerté a ocho delincuentes más, un motociclista imprudente y un político imbécil. Si quieren saber cómo fue esto posible, no sé, será que la proporción de estas personas ha aumentado mucho con respecto a la gente honrada en Uruguay. Tendré que hacer un cálculo de las probabilidades estadísticas :-P (ya que tuve que comerme esas aburridas clases en la facultad, no viene mal tener una ocasión para poner el conocimiento en práctica).

Y por fin, casi que por casualidad, ¡una de mis flechas le dio a Cupido en el talón, igual que a Aquiles! Sin embargo, a diferencia de Aquiles, el talón de Cupido no era tan débil, de modo que Cupido siguió volando, aunque más despacio. Le lancé cuatro flechas más. Y otras cuatro. Cupido cayó al suelo convertido en una especie de alfiletero emplumado, ¡pero se rehusaba a morir, el muy cretino! Comenzó a arrancarse las flechas con una mano medio paralizada por el veneno. Sonreía. Me dijo algo en griego, que seguramente debía de significar: "Si no pudiste matarme en el pasado con un lanzallamas, mucho menos con un montón de flechas envenenadas."

Vi entonces que Cupido había perdido su arco y algunas flechas. Los levanté del suelo y volví a apuntar. Cupido se encogió de hombros como diciendo: "Son mis flechas, no tienen poder alguno sobre mí." Enfadada, cambié de blanco y le disparé... al rottweiler más cercano. Después levanté a Cupido por el cogote y se lo mostré.

—¡Mira, lindo perrito, mira qué criatura tan adorable he encontrado para ti! —dije.

Al rottweiler se le llenaron los ojos de amor e instinto reproductivo. Cupido, a su vez, puso cara de pánico y trató de zafarse de mi mano. Lo solté. El rottweiler fue tras él y yo me quedé atrás, partiéndome de la risa.


Mejor ni les cuento lo que pasó cuando el enorme bicho cargado de testosterona le dio alcance a Cupido. Recuerden que éste es un blog más o menos apto para todo público. Lo que sí puedo decir es que no fue nada, nada bonito, y al final sólo quedó un pañal hecho trizas. Creo que escuché a Cupido lloriquear detrás de un arbusto.

En fin. No conseguí liquidar a Cupido, pero al menos le hice ver cuán malo puede ser lo de flechar a las personas (o criaturas peludas) equivocadas. Y en cuanto al resto de mis flechas envenenadas... las usé para liquidar a unos cuantos delincuentes más. Total, el gobierno de mi país no está haciendo la gran cosa para detenerlos (o mejor dicho, hasta parecería que los está defendiendo).

Fue un Día de San Valentín bastante productivo, después de todo :-)

G. E.

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