Me da igual que cumplan una función ecológica. Me da igual que sean tan resistentes como para sobrevivir a un apocalipsis nuclear. ¡Odio las...

¡MALDITAS CUCARACHAS!

Me da igual que cumplan una función ecológica. Me da igual que sean tan resistentes como para sobrevivir a un apocalipsis nuclear. ¡Odio las cucarachas! Para empezar, su aspecto general es asqueroso, con esas patas pinchudas y sus repelentes mandíbulas. Y ni hablemos de su olor o el ruido que hacen al arrastrarse por la casa. Puaj. Encima, ¡transportan microbios y causan reacciones alérgicas!

De verdad, ¿era necesario que fueran TAN horribles? Los escarabajos estercoleros transportan caca de un lado a otro pero no me dan asco; en cambio, me basta mirar a una cucaracha para que se me revuelva el estómago. (Ya no pego un grito al ver una, por lo menos. Mi madre sí.)

Mi relación de antagonismo con las cucarachas ya lleva un buen tiempo. Más de una vez tuvieron la desagradable idea de refugiarse en mis zapatillas de deporte, de ahí que hoy en día siempre las revise antes de ponérmelas. En otra ocasión, ¡una cucaracha mordisqueó el paquete con mis galletas de chocolate! ¡Oh sacrilegio imperdonable! (No encontré a la cucaracha culpable. La habría sentenciado a muerte sin juicio previo.)

Cuando mi gato era más joven, solía traer cucarachas desde el fondo de mi casa para destriparlas sobre mi alfombra. O sea, me tocaba a mí recoger los pedazos al final del día, lo cual me resultaba sumamente molesto. Nunca llegué a entender esa manía de mi gato. ¿No podía traer algo menos desagradable, como ratones, pájaros o culebrillas ciegas? (Sí, hasta los cadáveres de ratones y serpientes me dan menos asco que las cucarachas.)

En la actualidad, cada verano me veo obligada a enfrentar una especie de invasión cucarachesca. Por alguna razón caen en el fondo de mi casa y se meten por debajo de la puerta de reja, obligándome a perseguirlas hasta acabar con ellas. No es mi idea de un deporte, desde luego. Conocí a una mujer que las atrapaba para devolverlas al exterior, pero yo no hago eso. Cucaracha que invade mi territorio es cucaracha que termina sus días en mi inodoro. ¡Lástima que las demás no se den por enteradas y dejen de venir! Les pondría un cartel que dijera SE PROHÍBEN LAS CUCARACHAS, pero seguro que las muy malditas son analfabetas. Grrrr.

En fin. Cucarachas del mundo, les advierto: MÁS LES VALE NO CRUZARSE EN MI CAMINO PORQUE, AUNQUE SEAN CAPACES DE SOBREVIVIR A UN APOCALIPSIS NUCLEAR, ¡¡SIN DUDA QUE NO SOBREVIVIRÁN AL PODER DE MI ZAPATO!!

¡Muere, cucaracha, muereeeeeee!

G. E.

PD: A quien se ponga a cantar esa cancioncita de La cucaracha le pegaré con mi matamoscas. No tiene gracia.

6 comentarios:

  1. jajajajajajja...muy bueno...ami me pasa lo mismo!!! las odiooooooo!!!!

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    1. Bienvenida al Club Oficial de Odiadores de Cucarachas, entonces :-) ¡Gracias por comentar!

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  2. ME ADHIERO A SU CUCARACHOFOBIA¡¡¡
    CUCARACHAS NO GRACIAS¡¡

    Y ADEMAS CARECEN DE GLAMOUR Y DE LIQUIDEZ MONETARIA Y ADEMAS SON TAN POCO FAVORECEDORAS POR NO SER NO SON NI MULTICOLORES ES MAS NI TAN SIQUIERA SON DADIVOSAS¡¡

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    1. Bienvenido también al club :-D Es cierto eso de que ni siquiera son multicolores. ¿No podrían tener alas bonitas como las mariposas o las mariquitas, al menos? Sin embargo, lo de la falta de liquidez monetaria no me molesta particularmente, porque todavía no he conocido un solo insecto que use dinero :-P (Las cucarachas seguro que hasta son capaces de comerse los billetes. Comen cualquier cosa, las muy podridas.) ¡Gracias por comentar!

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  3. Quiero unirme a ese club. ¿A cuánto asciende la cuota societaria? Categoría Senior.

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