Durante los últimos años de la enseñanza primaria y los primeros de la secundaria fui víctima de acoso escolar. Primero se burlaban de mí por mi estatura. Luego se burlaban de mí por tímida e inteligente, por no hablar de la ortodoncia, y finalmente se burlaban de mí por antisocial (la verdad, a esas alturas ya tenía bastantes razones para que no me gustara la gente en general). Como ven, los acosadores siempre encuentran una razón para molestar. Menos mal que no usaba gafas.
¿Me afectó? Sí, por un tiempo. Si hubiera sido una persona más frágil, quizás hasta habría requerido atención psicológica, y es muy probable que me hubiera quedado un daño permanente. Peeeeero... yo soy de Aries, y los nacidos bajo el signo de Aries más bien renacemos de las cenizas como el ave fénix. O sea, aprendí a defenderme, recuperé mi autoestima y pobre del que se burle de mí en la actualidad. (Si no lo dejo por el piso con mi afilada lengua, le echaré encima a mi dragón.)
Sin embargo, no todas las víctimas de acoso escolar salen fortalecidas por el mismo. Debido a ello resolví, en plan Uma Thurman en Kill Bill, vestirme de amarillo, pedirle una katana a Hattori Hanzo y salir a buscar a todos los acosadores escolares para darles una lección.
Antes que nada, me puse a investigar y averigüé un par de cositas: 1) ¡los profesores todavía hacen la vista gorda en casos de abuso escolar! y 2) ¡todavía existe esa práctica ridícula y antipedagógica de sentar al revoltoso con el inteligente para que el revoltoso se "reforme"! De verdad, esto último me parece absurdo. Parte de la premisa de que si un chico se porta mal y ni sus padres ni los profesores lo han podido corregir, entonces lo hará uno de sus compañeros. ¡Puaf! ¿En serio? Lo más probable (y aquí hablo por experiencia propia, además) es que el revoltoso le baje el desempeño al inteligente, y en algunos casos hasta podría poner en contacto a un abusador escolar con una víctima potencial. (Padres de hijos inteligentes: no dejen que les hagan esto a sus hijos. Ellos no tienen por qué cargar con la educación ni los problemas psicológicos de otros alumnos.)
En fin, una vez averiguado lo que necesitaba averiguar, tomé mi reluciente katana, llamé a mi dragón e hicimos una recorrida de colegio en colegio y de liceo (instituto) en liceo.
No me molesté en hablar primero con los profesores. Considerando lo que mencioné arriba, ya daba por sentado que la mayoría ni siquiera iba a estar al tanto del asunto. Me puse en cambio a vigilar los patios y pasillos, detectando todas las señales de un acoso en progreso, exactamente las mismas que en mi época (es triste ver que las cosas no han mejorado desde entonces). Acto seguido puse manos y katana a la obra:
¡La que se armó! Los profesores me miraron escandalizados, los abusadores escolares corrieron en todas direcciones y las víctimas de acoso vitorearon y aplaudieron, sintiendo que por fin alguien las comprendía. Mientras tanto, yo seguía gritando a los abusadores: "¡Arrepiéntanse ahora mismo o les cortaré un miembro o dos para dárselos de comer a mi dragón!"
No derramé sangre, sin embargo. La muerte puede acabar con algunos problemas pero no rehabilita a nadie, y mi objetivo era inculcar a los abusadores la siguiente lección: no importa qué tan poderosos se crean, más les vale dejar de acosar a sus compañeros de clase... o correrán el riesgo de que éstos enloquezcan algún día y vuelvan para descuartizarlos con una katana y un dragón.
Cuando Donald y yo acabamos nuestra noble labor pedagógica, consolé a las víctimas de acoso con divertidos paseos en mi dragón. Algunas me preguntaron dónde conseguí la katana, pero más bien les recomendé un terapeuta (no iba a poner armas mortales en manos de jóvenes potencialmente inestables debido al acoso escolar; una es un poquito más responsable que eso).
Por último, también eché una advertencia a los profesores y padres de los alumnos, para que no se dejen estar. El acoso escolar es cosa seria.
Y me marché diciendo: "Los estaré vigilando. ¡Muajajajaja!" (Faltaba el toque melodramático.)
Uma Thurman estaría orgullosa de mí :-)
G. E.
Jajaja qué chulada! A la mie**a con los acosadores. Que les den! Yo también lo pasé mal un tiempo con esto hasta que me revolví a uno de ellos (me levanté en mitad de la clase, lo cogí del cuello y lo estampé contra la ventana...) y ya no les hacía gracia que yo pudiera dejarlos en ridículo. Me seguían mirando mal o se reían a mi paso, pero yo ni caso les hacía. Eso tuvo que hacerles sentir que estaban en un proceso inútil y desistieron.
ResponderBorrar¡Gracias! En mi caso, lo de estamparlos contra la pared era más difícil, dado mi metro cincuenta de estatura... Pero aprendí a ignorarlos o a hacerlos quedar mal con mi inteligencia. Sin embargo, los padres y profesores deberían ocuparse más del tema, porque algunos chicos quedan marcados de por vida :-/
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