Pues bien, después de que esa intrigante garra azul asomó por el agujero en la cáscara, el resto del contenido del huevo se dejó ver ante mis asombradísimos ojos.
¡Un dragón! Eso sí que no me lo esperaba. Habría imaginado que sería un lagarto o una gallina muy colorida, pero de todos modos fue una sorpresa agradable. ¡Me gustan los dragones! Son interesantes y misteriosos, ¡y además rugen y escupen fuego! "¡Hola, dragoncito!", le dije, y el dragón me respondió:
¿"CUAC"? ¿Pero qué rayos...?
El dragón volvió a graznar. Sí, había escuchado bien: la impresionante bestia mitológica (o ya no tan mitológica) tenía voz de pato. Entonces pasó algo raro: el dragón me miró a los ojos fijamente y luego su expresión comenzó a cambiar.
Ahí me di cuenta de que el bicho acababa de adoptarme como su mamá 8-O Debió de ser por los genes de pato, ya que las aves nidífugas se prenden al primer bicho que ven al salir del cascarón. Supe de un pollito de granja que tomó como madre a un tractor, y debo decir que fue una relación de lo más conmovedora hasta el trágico día en que el pollito se puso por delante del tractor y... eh... mejor olvídenlo (menos mal que no soy un tractor).
Oh, bueno, uno debe aceptar a los hijos tal como vienen, así que ahora soy la orgullosa mamá de un dragoncito llamado Donald.
Los mantendré informados sobre mi odisea maternal.
G. E.
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