Parece algo evidente, ¿no? Al fin y al cabo, se supone que los cerebritos son las personas que poseen el conocimiento y saben cómo utilizarlo, por lo que su opinión debería ser consultada y tomada en cuenta frente a cualquier duda. Es que los cerebritos sabemos de todo, dada nuestra afición a aprender cosas de gran importancia (y algunas entretenidas pero absolutamente irrelevantes, como la composión química de la pelusa en el ombligo).
Sin embargo, y esto lo he comprobado en los libros de historia y también por experiencia propia, a menudo los no-cerebritos deciden ignorar la sabiduría de los cerebritos, ya sea por soberbia, testarudez o quizás un deseo inconsciente de sufrir una muerte más o menos espectacular.
¿Recuerdan la tragedia de Chernóbil? Pues bien, antes de que el reactor explotara, un cerebrito dijo que era mala idea hacer la prueba que llevó al desastre. También hubo un cerebrito que advirtió sobre una falla potencial en las junturas del Challenger. Nadie le hizo caso y ya sabemos lo que pasó: la nave explotó junto con sus pobres tripulantes.
Los cerebritos no hacemos advertencias sobre las cosas porque nos guste presumir de nuestros conocimientos (
Eso podría explotar.
Mejor apaga la llave general antes de meter la mano ahí.
No deberías mezclar esas dos sustancias.
Yo que tú me alejaría de ese animal.
Ponte el traje de plomo antes de abrir la puerta.
Ese hongo es venenoso.
Cuidado con los dedos.
No tomes esa pastilla con alcohol.
Esas conservas tienen aspecto sospechoso.
Abre una ventana o te intoxicarás.
Y así por el estilo. Ya sé, ya sé, sonamos como una mamá reprendiendo a sus hijos. Disculpen eso. Al igual que las madres, hablamos así debido a la experiencia, nada más. Después de haber visto a cuatro o cinco personas sufrir accidentes estúpidos por desoír nuestras advertencias, a los cerebritos se nos suele escapar ese fastidioso tonito de superioridad.
No soy la única que ha notado cuán a menudo los cerebritos son ignorados. ¿Han visto alguna película de cine catástrofe? En ellas SIEMPRE hay un pobre y sufrido cerebrito que no consigue convencer a los políticos de turno sobre algún desastre que se avecina.
En general los cerebritos lamentamos tener la razón sobre cosas malas, pero como también es algo molesto que nos ignoren todo el tiempo, a menudo terminamos diciendo...
Háganles caso a los cerebritos. ¡Para eso estamos, igual que las enciclopedias! De lo contrario, no se enojen si les decimos...
G. E.
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