Es una verdad universalmente reconocida que cuando una cosa se descompone en la casa, otras cosas se ponen de acuerdo para descomponerse al ...

CRÓNICAS ENSOPADAS

Es una verdad universalmente reconocida que cuando una cosa se descompone en la casa, otras cosas se ponen de acuerdo para descomponerse al mismo tiempo (creo que Murphy también dijo algo al respecto). En mi casa, la racha de desperfectos comenzó con la heladera. Luego se descompuso el reproductor de DVDs. Más tarde mi reloj de pulsera se quedó sin pila, pero en realidad el problema no era la pila y tuve que desembolsar una buena cantidad de $$$ por la limpieza de los circuitos (aunque me quedé con la duda de si no sería la pila lo que estaba fallando y los de la relojería me tomaron el pelo).

Por último (espero que sea lo último, aunque la aspiradora está actuando de forma rara últimamente), nos quedamos sin presión del agua.

Detesto que no haya presión del agua. No es tan malo como quedarse sin agua por completo (situación exasperante por su primitivismo), pero ¿quién puede disfrutar de una ducha caliente con un chorrito miserable? Desde luego, yo no.


Con mi superabundante cabellera, imagínense el tiempo que me tomaba enjuagarme los restos de champú. Encima, la falta de presión también fastidiaba el funcionamiento del lavarropas. ¡Menudo suplicio de corte tercermundista! Ya empezábamos a sentirnos como si viviéramos en medio de la selva. ¿Tendríamos que comenzar a bañarnos y a lavar nuestra ropa en un arroyo? ¡¡NOOOOO!!

Llamamos a los de OSE (Obras Sanitarias del Estado). Destaparon la tubería y se fueron. La presión del agua mejoró... los primeros cinco minutos. ¡Grrr! Volvimos a llamar a los de OSE, quienes descubrieron que una colilla de agua se había doblado, impidiendo que pasara el agua. Una vez enderezada la colilla, la presión aumentó un poco, pero al parecer aún había un problema en la tubería principal, así que los de OSE se comprometieron a arreglarla. Casi me desmayo cuando dijeron que tardarían ¡¡una semana!! 8-O

Por suerte no demoraron una semana sino que, ¡oh milagro!, vinieron al día siguiente (créanme, es un hecho inusitado en este país). ¡Y hasta trajeron una excavadora para levantar la acera! De pronto me sentí muy importante. No todos los días viene alguien a arreglarme algo con una excavadora; además, tengo una especie de fetichismo con las excavadoras: ¡desde chica he deseado manejar una! (me pregunto qué explicación retorcida le habría dado Freud a eso).

¡Y por fin volvió la presión del agua! ¡Habemus aqua! Imagínenme saltando por toda la casa, cantando de felicidad. Parecerá exagerado, pero traten de estar sin agua corriente y díganme si no es espantoso. No tan espantoso como otras cosas verdaderamente horribles (por ejemplo, caer en manos de revolucionarios portadores de guillotinas o estar parasitado por un gusano extraterrestre con poderes de control mental), pero sí es algo que sólo les deseo a mis peores enemigos, empezando por la vieja miserable de al lado.

Claro que habría sido mucho pedir que el problema se resolviera tan fácilmente. ¿Recuerdan la colilla doblada? Había quedado algo estropeada, por lo que, al mejorar la presión del agua, el plástico se agujereó.

¡¡¡#$@%GRRR@*#LAPU**QUELOP****%#@!!!

Perdón, se me escapó. Como venía diciendo, la colilla empezó a perder agua así que tuve que reemplazarla. Y a pesar de que no estaba en un día torpe, no me libré de una buena salpicada en la cara.


Estúpida colilla traicionera. Me vengué de ella dándole golpes con mi llave inglesa y tirándola después a la basura. ¡¡¡JAJAJAJAJA!!!

Y entonces... entonces... ¡¡¡¡POR FIN pude darme una ducha decente!!!!


G. E.

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