Queridas amigas: A medida que se va acercando el dichoso Mundial de Fútbol, me imagino que ya habrán notado ciertos cambios en la població...

FUTBOHÓLICOS

Queridas amigas:

A medida que se va acercando el dichoso Mundial de Fútbol, me imagino que ya habrán notado ciertos cambios en la población masculina. Ocurre que cada cuatro años los hombres son poseídos por alguna entidad deportiva malévola que los convierte en... ¡futbohólicos!


Un futbohólico es más o menos como una cruza entre un zombi, un autista y una pelota. No sirve absolutamente para nada excepto sentarse a ver partidos de fútbol uno tras otro como si no hubiera cosas más importantes en la vida; por ejemplo, el hambre mundial, la insoportable levedad del ser o la extinción del pájaro con pico de trompeta (¡oh tragedia!, ¡nunca más lo escucharemos tocar el jazz!).

Peeeeero... ¡no todo está perdido!

Para las mujeres casadas, esta conversión temporal del marido en un futbohólico puede representar una gran ventaja. Es tiempo de aprovechar para sacarle la tarjeta de crédito e ir de compras, visitar un spa o leer esas novelas románticas pendientes sin molestas interrupciones masculinas. También es un buen momento para comunicarle al marido cualquier mala noticia, porque estará tan concentrado en la pantalla que no se le moverá ni un pelo cuando le digan que el nene necesita ortodoncia, la perra de la familia está preñada o el agujero en la capa de ozono se ha agrandado tanto que el sol está a punto de freírnos como huevos en el asfalto. Él no registrará ni una sola palabra, y cuando en algún futuro próximo les recrimine que nunca le dijeron nada, ustedes podrán responder: "¡Pero si te lo dije el otro día! ¡Nunca me escuchas! ¡Eres un desconsiderado! ¡Quiero el divorcio!" (Así el marido se verá obligado, encima, a subsanar su error con un ramo de flores o una caja de chocolates.)


Para las mujeres solteras... bueno, ésta no es la mejor época para ir de cacería de hombres. Lamento decirles que los hombres estarán fuera de servicio hasta la Ceremonia de Clausura, así que mejor busquen otras alternativas para pasar el rato. Pueden visitar a sus amigas casadas (= viudas temporales de futbohólicos), tomar ese curso de yoga para el que nunca tenían tiempo o sacar a pasear al perro (por suerte los cánidos machos son inmunes a la entidad deportiva malévola que produce futbohólicos).


¡Oye, chica, no estés triste! Mira, todavía tengo pañuelos. Aquí tienes uno. No hay de qué.

Supongo que se preguntarán si no hay un solo hombre sobre la tierra que no caiga en las garras de la pasión manía futbolera. Sí, algunos hay. Una vez tuve un novio así, y era fantástico: el fútbol no le interesaba ni un poquito. Por desgracia... bueno, como ya se sabe que ningún hombre es perfecto, algún otro defecto tenía que tener. Mi novio se convertía en rana cada vez que llovía en la Amazonia. El problema era que en la Amazonia llueve todos los días, así que la relación no prosperó.


Terminé nuestro noviazgo en la cocina. Y debo decirles que esas ancas de rana estaban deliciosas :-D

G. E.

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